domingo, 18 de agosto de 2013

ACTUALMENTE SE REGISTRA EL AIRE MÁS CONTAMINADO DE LA HISTORIA
Las mediciones del observatorio Mauna Loa, en Hawái, aseguran que entre esta semana y la siguiente los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzarán un récord histórico, una marca que no se rompía desde hace, aproximadamente, 4,5 millones de años.
El camino del no retorno. Se parece un poco a eso, puesto que el dióxido de carbono es uno de los gases responsables de fenómenos como el efecto invernadero, que a su vez es uno de los factores que acelera el calentamiento global, la gran pesadilla ambiental que no sólo amenaza el modo de vida del hombre sino el equilibrio climático de todo el planeta. 
Los datos del observatorio, que hace mediciones diarias de la atmósfera, señalan que la concentración de dióxido de carbono superará las 440 partes por millón (ppm), el umbral que ha sido trazado para intentar mantener estable la temperatura de un planeta que se calienta; las últimas mediciones mostraban que el promedio de la semana pasada, por ejemplo, fue de 398,5 ppm. 
El umbral por sí solo no dice mucho. Lo que significa, sin embargo, puede resultar aterrador, si se quiere. Los cálculos de la comunidad científica estipulan que un aumento de apenas dos grados centígrados en la temperatura global puede desencadenar una especie de efecto dominó en los patrones climáticos del planeta, además de afectar la supervivencia de diferentes especies, comenzando por los corales, parte fundamental del equilibrio ecológico de los océanos. 
Para evitar subir dos grados centígrados más de temperatura, las emisiones de dióxido de carbono deben reducirse en un 15% en todo el mundo, hasta ubicarse por debajo de 350 ppm. El límite propuesto para alcanzar esta meta, algo así como el tiempo de gracia que aún le queda al planeta, es 2020.
Este plazo, es obra de otra comunidad, la diplomática. Y es en este punto en el que la historia se torna más truculenta, pues las discusiones acerca de los caminos para alcanzar las metas climáticas del planeta son una serie de pulsos políticos entre las grandes economías y las emergentes: entre los países que necesitan de vastas cantidades de energía para mantener la “p” mayúscula en la palabra progreso y los otros, aquellos que se ven abocados a deforestar y entregar sus recursos naturales para tratar de alcanzar a los primeros. 
Esta semana comenzaron en Bonn, Alemania, una nueva serie de discusiones para intentar encontrar un camino hacia un tratado mundial, un documento con metas y obligaciones claras que ponga en cintura el consumo de energía y las emisiones de dióxido de carbono. Los objetivos son claros, el mensaje de urgencia está más que dado. Lo que falta, como siempre, es voluntad, voluntad política.
Los pronósticos de entidades como el Banco Mundial y el programa para el medio ambiente de la ONU estiman que, para finales de este siglo, el planeta podría calentarse hasta cuatro grados más, o sea dos más de lo inviolable. 
¿Cómo llegamos a esto? Varios factores, cientos incluso. El crecimiento demográfico, por nombrar uno. Hace menos de dos años la humanidad superó los siete mil millones de habitantes, un factor que pone una enorme presión en el consumo de recursos, entre estos la energía. Como casi todo lo relacionado con el hombre, la distribución energética es un asunto desigual: apenas el 5% de la población mundial consume más del 20% de la energía generada en el planeta. 
Energía es uno de los alimentos preferidos de la bestia del progreso, una criatura que ha permitido que, por ejemplo, los ciudadanos de Beijing registren la entrada de más de 20 mil automóviles a sus calles cada mes o que más de 20 ciudades chinas se encuentren expandiendo sus sistemas de transporte férreo, bien sean metros o trenes de alta velocidad; el promedio de los habitantes de Shanghai puede comprar hoy dos dispositivos de aire acondicionado y, al menos estadísticamente hablando, 1,5 computadores. 
Buena parte de estos milagros económicos, necesarios para mantener el descontento a raya en países con un único partido político, se logra a través del carbón, una fuente de energía que ya ha sido ampliamente probada y que, en el marco más general de las cosas, resulta barata. 
Se calcula que la reserva de carbón de Colombia es la sexta más grande del mundo y una de las más grandes de Latinoamérica (sino la más grande). Este sector representa buena parte de la inversión extranjera directa en el país (algunas cifras hablan de una participación de 46%). Casi toda la extracción de este recurso se realiza para exportación, pues más de la mitad de la energía que consume el país proviene de hidroeléctricas, una modalidad considerada en buena parte como limpia, aunque con el pasivo ambiental derivado de la inundación de vastas extensiones de tierra. 
Con estas cifras no resulta extraño que la investigación en energías limpias en el país sea casi nula o que el aprovechamiento de fuentes alternativas, como la energía solar (al menos para fines térmicos, como calentar agua), sea un asunto marginal, casi contracultural. 
De acuerdo con Desertec, una fundación cuya meta es cubrir una porción de los desiertos del mundo con celdas y captadores solares, la energía que reciben estos ecosistemas durante seis horas excede las necesidades de la humanidad durante un año.
Pero este nivel de desarrollo e investigación requiere de dinero y, de nuevo, de voluntad política, una moneda que resulta escasa por estos días. 
Para finales del siglo XVIII, en los comienzos de la Revolución Industrial, los niveles de dióxido de carbono eran de apenas 280 ppm. La advertencia de los científicos es que, si el ritmo de emisiones continúa igual que en la última década, la cantidad de este gas en la atmósfera será de 450 ppm para 2040. 
Cualquier persona que haya respirado un aire con menos de 330 ppm de concentración de dióxido de carbono tiene más de 100 años hoy. Un dato triste, por decir lo menos.


Publicado el (mes/día/año) 05/07/2013
Fuente: El Espectador - http://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/articulo-419393-actualmente-se-registra-el-aire-mas-contaminado-de-historia - 

sábado, 17 de agosto de 2013

LA BOMBILLA DE LOS POBRES

La ‘bombilla de los pobres’ que triunfa en suburbios de todo el planeta

d6da07889d94ee6609a9d2624077b3c5 La ‘bombilla de los pobres’ que triunfa en suburbios de todo el planetaAlfredo Moser es un mecánico brasileño que tuvo una idea especialmente brillante en el año 2002, después de sufrir uno de los frecuentes apagones que afectaban a Uberaba, la ciudad en la que vive al sur de Brasil.
Cansado de los fallos eléctricos, Moser empezó a jugar con la idea de la refracción de la luz solar en el agua y al poco tiempo había inventado la bombilla de los pobres. El ingenio es sencillo y al alcance de cualquiera: una botella de plástico de dos litros llena de agua a la que se añade algo de lejía para preservarla de las algas. La botella se coloca en un agujero del tejado y se ajusta con resina de poliéster.
¿El resultado? Iluminación gratuita y ecológica durante el día, especialmente útil para chabolas y construcciones precarias que apenas tienen ventanas.
imagen sin titulo La ‘bombilla de los pobres’ que triunfa en suburbios de todo el planetaEn función de la intensidad del sol, la potencia de estas bombillas artesanales oscila entre los 40 y los 60 vatios. “Es una luz divina. Dios hizo el sol para todos y su luz es para todos”, señala Moser en declaraciones a la BBC. “No te cuesta un céntimo y es imposible electrocutarse”.
Pese a que el inventor consigue unos pequeños ingresos instalando botellas en casas y comercios locales, su idea no le ha hecho rico, ni tampoco lo ha pretendido.
Lo que sí tiene es una gran sensación de orgullo: “Conozco a un hombre que instaló las botellas y en un mes había ahorrado lo suficiente como para comprar bienes básicos para su hijo recién nacido”, comenta satisfecho.
Una idea que se ha extendido por todo el planeta
Pero la ingeniosa bombilla no se ha quedado en Uberaba. En los dos últimos años el invento ha experimentado una gran expansión en todo el planeta.
Por ejemplo, la Fundación MyShelter (Mi refugio) en las islas Filipinas, ha abrazado con entusiasmo la idea. MyShelter se especializa en construcciones alternativas utilizando materiales como bambú, neumáticos o papel.
En el país asiático, donde un 25% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y la electricidad es especialmente cara, ya hay 140.000 hogares que han recurrido a este sistema de iluminación.
El director ejecutivo de MyShelter, Illac Angelo Díaz, explica que las bombillas-botella se han extendido a al menos quince países, entre ellos India, Bangladesh, Fiji o Tanzania.
“Nunca me imaginé que mi invento tendría semejante impacto”, confiesa Moser emocionado. “Se me pone la piel de gallina de pensarlo”.